• Historia de un parque hermoso

    En junio de 2018 fui invitada a participar como voluntaria en la organización de un desfile de arriería con ocasión de las festividades deportivas de Filadelfia, Caldas, lugar que llevo en mi corazón, no porque sea mi tierra natal sino porque allí en una de sus veredas hice parte de mí Primero de Primaria donde aprendí a leer y escribir: las dos actividades que más me gusta hacer, sino porque mi padre, labriego sin tierra, sembrador de esperanzas y de sueños me llevaba de niña a la plaza donde él compraba una pocas libras de frijol, de maíz y una o dos arrobas de la mejor panela que luego vendía entre sus amigos para completar un poco el honroso jornal de Peón sin tierra que recibía por su arduo trabajo cada semana.

    No sé, pero este Parque me devuelve a esa infancia de amor, de asombros que nunca ha podido salir de mi vida ni de mis recuerdos más hermosos; por eso cuando me hicieron esta invitación mi propuesta fue que antes de cualquier desfile festivo y solemne como el que querían hacer, primero nos uniéramos como ciudadanos para rescatar el Parque que en ese entonces era un vertedero de basura, desolado y mustio.

    Fue así como RIcaurte Marin un hombre cívico que sin ser Filadelfeño se ha entregado de corazón a su obra social, aceptó mi propuesta de emprender una tarea ciudadana y así, en esa misma semana, convocamos al primer convite de restauración y limpieza, lo hicimos mediante el convite porque esta modalidad, ya casi extinguida, era la muestra de trabajo colaborativo más grande, más generoso que usaban nuestros viejos para ayudarse entre sí a solucionar sus problemas.

    El convite reúne, acerca, es alegre, generoso, cada uno aporta lo que tiene, materiales, dinero, alimentos, hasta fiesta porque después de cada convite en la lejana vereda donde hice mi Primero de Primaria, al terminar la faena, había canciones y regocijo total por lo logrado en un dia de generosidad y de entrega.

    Así que al convite convocado en favor del Parque desolado acudió toda la ciudadanía: la Policía, los empleados del Hospital y de la Administración, gentes del común que dejaron su tarea diaria para disponerse con baldes, escobas, jabón, pintura, tijeras y demás a hacer entre todos el milagro de recuperación del Parque perdido en desamor y olvido y entonces, fue apareciendo esa obra  maravillosa que hoy compromete a toda la ciudadanía, a todos los Filadelfeños.

    Fueron muchos días de encuentro, campañas de sensibilización en Colegios y Escuelas, en encuentros semanales en la Plaza donde hicimos educación ciudadana para concientizar al pueblo de la importancia de cuidar nuestra tierra, hablar bien de ella y darle lo mejor; así se fue gestando la grandeza de nuestro Parque: por un lado muchos  hombres y mujeres en tareas de limpieza hasta acabar las huellas de largos años de descuido y abandono, otros muchos trayendo macetas hermosas para adornarlo, dando  sus donaciones y aportando civismo a su tierra; Guillermo Ramírez, podando, abonando, poniendo su experiencia como jardinero; Aldemar Vasco constante y siempre presente con sus ideas, con su disposición decidida en la decoración y organización, dejando lo suyo para estar como fiel centinela de esta obra hermosa, Nestor Suárez aportando sus conocimientos jardineros, su amor por las flores, por su pueblo, Ricaurte Marin animando a la gente, convocando a esta labor ciudadana, dando su tiempo, su aporte generoso para comprar lo que faltaba, pidiendo ayudas, tocando puertas que al fin se abrieron y fueron apoyo para nuestra obra voluntaria y generosa.

    Fuí, junto con ellos, testigo de esta transformación: en los viajes al río a recolectar la piedra que diera vida a nuestra fuente luminosa, a los senderos; momentos compartidos en los que se fueron dejando huellas de grandeza. Mientras tanto, esta servidora, hacia la parte educativa en la plaza y en las aulas, les daba mi apoyo, una que otra limonada y palabras de animo para toda la comunidad que se aventuraba a alcanzar esa meta soñada hoy orgullo de nuestro Municipio.

    Para las Fiestas Deportivas de agosto 2018, el parque era otro muy diferente: en lugar de montones de basura, de huellas de indolencia y abandono, había macetas hermosas llenas de flores, árboles podados, desmalezados, limpios, pasajes impecables, relucientes, y un pueblo feliz de la obra de amor que en unos pocos días se había logrado y, vino el desfile de arriería, se llenaron las calles de colores, de danzas, de música, de cultura, de turistas y allí, por primera vez,  había un protagonista de honor, Nuestro Parque que era el emblema de una comunidad empoderada de su papel de gobernanza, de amor por su tierra, y lo que creímos que se acababa en medio de la fiesta, permaneció impecable, continuó hermoso porque ningún Filadelfeño ni ningún visitante se atrevió a mancillarlo.

    Ya constituidos como Fundación Cívico Cultural Guardianes de mi Parque hemos tenido el apoyo de la Administración Municipal que ha visto en nuestro proyecto una labor de empoderamiento ciudadano en favor del Municipio, no son apoyos políticos, son respuestas de un Estado de Derecho que reconoce las buenas obras ciudadanas para que sean ejemplo y camino como también el resultado del apoyo incondicional de la ciudadanía en general a nuestra obra.

    Así se inició este proceso de educación ciudadana, juntos como un pueblo, cada uno dando lo mejor, poniendo de su parte.

    Hoy tenemos el honor de ser el Parque más hermoso de Caldas, el Parque que  toda la comunidad protege, cuida y guarda como un tesoro.

    La Fundación inició con cinco voluntarios que en los tres años de estar en esta tarea de educación cívica y cultural totalmente voluntaria, ha logrado que ya sea todo un pueblo el que sienta como suya la misión corresponsable de ser Guardian de su Parque.

    «Soy Guardian de Mi Parque: lo llevo en el corazón».

    Es nuestro lema que se volvió la consigna de todo un pueblo: nuestro Filadelfia Amor de Hermanos.

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