OPINIÓN / Los disruptores endocrinos en la homosexualidad animal
El encuentro con cualquier persona puede constituir una fuente importante para adquirir nuevos conocimientos, si tenemos la disposición para ello. Esto fue lo que me sucedió en el fin de año cuando departía con un grupo de amigos y familiares, mientras disfrutábamos la deliciosa brisa que el río Grande de la Magdalena regala a los barranquilleros cuando se acercan las horas nocturnas: uno de mis contertulios comentó que en los últimos años había observado un incremento de personas con orientación homosexual: “¿Usted qué piensa sobre esto?”, me preguntó a mí. Respondí que la evidencia científica había demostrado que se trata de una variación normal y natural en la sexualidad humana.
No obstante, uno de los participantes en la conversación, un reconocido investigador del comportamiento animal y humano, añadió que desde hace algunos años se están haciendo investigaciones –de hecho, citó el Centro de Excelencia en Ciencias de Salud Ambiental de la Universidad de Michigan–, en las que se ha recopilado suficiente evidencia para demostrar que muchas sustancias que diariamente utilizamos –en plásticos, cosméticos, pañales, alimentos, por ejemplo– tienen la capacidad para alterar el sistema hormonal, tanto en animales como en humanos, y que a largo plazo pueden provocar alteraciones, en el funcionamiento sexual; son los llamados disruptores endocrinos.
En invertebrados, peces y aves expuestos a dichos productos –ftalatos; bisfenol A; glutamato monosódico–, se ha encontrado la aparición de hermafroditismo o machos feminizados. Por su parte, en lo que concierne a la salud humana, se ha descubierto una disminución en la producción de espermatozoides, criptorquidias (descenso incompleto de los testículos), ginecomastia (crecimiento anormal de la glándula mamaria), menarquia (menstruación precoz), endometriosis (tejido endometrial fuera del útero). El efecto nocivo de estas sustancias se conoce desde hace muchos años; sin embargo, las seguimos consumiendo de manera masiva y su uso no ha sido regulado, seguramente por el poder económico de las multinacionales que las producen.
¿Pueden los disruptores endocrinos influir en la expresión de la sexualidad humana?, una inquietud interesante que retomaré en el futuro. www.urielescobar.net / Twitter: @urielbarrios16
Por: URIEL ESCOBAR BARRIOS, M.D.
Llevo años pensando que la contaminación de una u otra manera ha modificado la expresión de nuestros genes. Y si lo ha hecho con muchísimas especies animales y alguna tan complejas como los osos polares, ¿por qué no puede estarnos sucediendo lo mismo a los humanos con tanta o mayor exposición y decenas o cientos de disruptores endocrinos que por sí solos tienen ese potencial tóxico y en muchos casos tienen otros potenciales al combinarse en nuestro día a día?