EL DEDO EN LA LLAGA / ¿Discriminación femenina en la Política?
Risaralda tiene cabellos cortos para la política. El papel de la Mujer en la intervención partidista todavía se considera discriminatorio pese a la diatriba permanente para superar esa exclusión.
En Concejos y Asambleas, el romance político con las curules, es esquivo. Risaralda tenía dos alcaldesas. Solo una existe (Balboa, Francy Contreras) En la Asamblea, dos mujeres que no vuelven al recinto, hacen presencia en la refriega electoral. En los pueblos del Risaralda (Pereira, asoma con tres concejalas: Cristina, Giraldo y Oyola, forman un tridente) el borde político es escaso. En cargos ejecutivos de elección popular– alcaldías y gobernaciones –, el panorama no puede ser más lamentable: pocos rostros femeninos en la baraja. En Pereira, por firmas, una mujer está en el partidor. Igual para la gobernación. En Balboa, una de ellas es víctima de atentado sin que ese poder femenino que asoma y hace eco de su vinculación efectiva, guarde total silencio. Lamentable el papel representativo femenino en la esfera política.
En el 2011, fue aprobada de manera directa, la ley que las habilita para tomar partido (Ley 1475).
No ha sido fácil buscar la cuota femenina para que intervengan en el proceso, mas allá de simple relleno o acomodo a la Ley. Se buscan con lupa en cuanto vericueto de ciudad existe. El llamado no es atendido y sienten reacción normal para que lo hagan con dignidad, decoro y alta representatividad. Pocas mujeres se han ganado el espacio, mas allá de ser incorporadas de manera ajena a su voluntad, al deseo de intervenir, a ser aporte real. El sistema de cuotas asignado –el 30 por ciento tope- hace que muchos partidos o movimientos estén encartados.
No es el simple labial o el bolso o el “toque” femenino: es la presencia directa con esta Ley que establece de manera concreta normas, para que escalen en la vida política. Igualdad de género, la llaman. Muchos, afirman, que las incluyen en este proceso político nacional, sin plus, sin cauda electoral. Es el cumplimiento de la norma para no desquiciar el proceso.
En Risaralda, partidos y movimientos, sufren el calvario político para llenar espacios. Es la realidad. Pocas listas están conformadas y otros fueron ajenos o visionarios – como el MIRA – para suplir esta reglamentación sana.
Son pasos sin tacones que se dan al golpe de la Política. No es fácil asumirla. El papel político de las Mujeres con su voto al mediar la década de los 50,s, ha traído su presencia creciente de manera lenta. Han estado fuera del PODER, en un país conservador. Mucho pesa lo cultural en la escena del desarrollo campesino.
Poca pedagogía se hace desde las instancias femeninas para apropiarse de la Ley. De manera tímida, los colectivos femeninos no generan impacto para propiciar el auge de esta. Solo se preparan para participar en elecciones no para influir o decidir en ellas. Pocas voces femeninas van en esa dirección y conservan intactas su vocación de poder. Pocas saben para donde van ante el silencio nefasto de otras voces.
Ellas mismas se acuerdan de la Política electoral al momento de concurrir a las urnas. No antes, he ahí una grave falla. Se vuelven inmediatistas y con el efecto relámpago encima, quieren obtener notoriedad partidista cuando tan siquiera tienen un esbozo real para ocupar esa representatitivdad.
Hoy la desnaturalización de los propios partidos y movimientos, ha saboteado ese interés de votar por estos y no por personas. La ideología se quedó enredada en los extramuros del clientelismo.
Cualquier pretensión para cambiar esa atmósfera, hace que se naufrague en capitalizar dicho intento.
Otra cosa bien distinta es la ley de cuotas preservadas para cargos públicos (Ley 581 de 2000). La Mujer se ha posicionado y gana en esta clamorosa batalla. Ellas están ahí por encima del labial y de la corbata.