Puedes transformar tu vida
El ser humano estructura su existencia de acuerdo a una serie de mensajes que recibe desde el momento en que se produce la fecundación y hasta el último día de su vida. Se podría decir que el comportamiento de un individuo es el resultado de los imperativos predominantes en la sociedad donde se desenvuelve. Una de las preguntas que desde tiempos remotos se han formulado los investigadores del comportamiento es la siguiente: ¿es posible cambiar un determinado comportamiento o estamos inexorablemente sujetos a los designios de un destino que de manera tiránica decide cuál debe ser el presente y el futuro de una persona? Un dicho que se repite de manera coloquial afirma que “loro viejo no aprende a hablar”; esta no es una máxima inocente, sino que revela la forma de pensar de quienes lo reiteran de manera continua.
El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud (1856 – 1939), decía que muchas veces estos adagios populares contienen sabiduría cultural acumulada a lo largo de los años, y que a través de su análisis se puede acceder a las creencias de una sociedad o de un individuo. En efecto, hasta el siglo pasado se pensaba que el actuar humano era consecuencia de la interacción de dos elementos: el carácter, que son los rasgos que una persona adquiere a través de su proceso de aprendizaje, y el temperamento, que es la herencia constitutiva de cada individuo y tiene origen en la herencia biológica. Ahora bien, el primero de ellos se podía alterar a través de diferentes acciones psicoeducativas; pero el temperamento, mediado por los genes, era inmodificable; por eso la máxima de “árbol que nace torcido jamás su rama endereza”.
Sin embargo, el concepto acerca de lo inmodificable de la información genética comenzó a derrumbarse por la descripción de la estructura de doble hélice del ADN qué hicieron el biofísico británico Francis Crick (1916 – 2004) y el genetista estadounidense James Watson (1928 – ). El otro hito para dilucidar este gran misterio de la ciencia se dio con la creación del proyecto genoma humano, que se llevó a cabo entre 1990 y 2003, cuyo objetivo central era secuenciar y analizar todo el ADN humano. Cuando se descifró el funcionamiento del genoma (conjunto de todos los genes donde está contenida la información genética de un individuo), se encontró que la información presente en los genes puede ser influenciada por el entorno del individuo: la nutrición, el ejercicio físico, la vida social, los factores estresantes, ¡y hasta por la forma de pensar!
El epigenoma, que es el conjunto de modificaciones químicas que sufren el ADN y las proteínas asociadas que regulan la expresión génica sin alterar la secuencia del ADN, en este momento permite afirmar de manera categórica que muchas de las enfermedades que aquejan a la civilización actual son resultado de influencias tanto individuales (estilo de vida), como de estresores externos (psicosociales). La Epigenética (el estudio de los cambios hereditarios en la actividad de los genes) nos ha enseñado algo trascendental: el ser humano puede transformar su realidad para un disfrute pleno de su existencia. ¡Ese debe ser el mayor reto de su camino por la vida!