El día en que los ‘gringos’ me hicieron rezarle al ‘milagroso de Buga’
7Esa noche estaba más ebrio que de costumbre, fue la última vez que lo vi antes de la invasión Norteamericana a Panamá. Estaba tan seguro que nombrar a 505 líderes del “Poder Popular”, sería su tabla de salvación en una especia de Asamblea Nacional. Pidió entonces otro trago de Whisky Old Par para él y ordenó servirme uno para mí”, entonces me dio la “papaya” suficiente para solicitarle el favor que nunca le había podido pedir.
-General Manuel Antonio Noriega, el periodista Yamid Amat, mi jefe en Caracol Radio necesita hacerle una entrevista para televisión—
Me dijo imposible, “su “Caracol” tumba gobiernos y yo no estoy de salida… me quedo otros buenos años aquí en mi Panamá, por eso convoqué a todos los lideres, a una especie de Constituyente del pueblo, pero eso sí Con mucho gusto le doy otra entrevista a usted…Pero no hoy”.
Tuve el tiempo suficiente para replicar y le expresé:
“Pero es el periodista más importante que tiene Colombia y usted puede hablar libremente con él…”
Nos interrumpieron de inmediato porque llegaron entonces todos los miembros del Estado Mayor Conjunto, menos un coronel…Leónidas Macías quien había encabezado un frustrado golpe de estado contra Noriega hacia escasos días, y hoy estaba preso, en una celda confinado desnudo, sentado sobre un cubo grande de hielo, esposado y humillado ante sus tropas, quienes se reían a carcajadas de la condición infrahumana de su exjefe.
Era el encuentro de la lealtad en octubre de 1989, en el salón principal del Hotel Continental un sábado en la noche, con aire caribeño, y sin mediar más de doce palabras más, aceptó la entrevista con mi jefe. Me colocó tres condiciones que no voy a mencionar hoy.
Yo ocupaba el cargo de corresponsal permanente de Radio Caracol en Panamá, cuando llamé a Guillermo Rodríguez quien fungía como enlace con los corresponsales extranjeros, a confirmarle la notica casi no me podía creer, la buena nueva puesto que según me manifestó, habían hecho por diferentes vías, más de 20 solicitudes para la susodicha entrevista entre ellas con el ex canciller Jorge Ritter, quien había entre otros personalidades, intentado interponer sus buenos oficios, y su amistad con el hombre fuerte de Panamá, pero se estrelló con otra negativa.
Dos días después me llamó el Coronel Lorenzo Purcell y dijo “el viejo” va para Chiriquí en su avión privado necesito que me acompañe en la gira.
Me expresó luego y en tono arrogante entonces el alto oficial “Noriega no pide favores, ordena. Y usted tiene que venir conmigo”… Y fui.
Cuando nos montamos ese martes en la nave desde el Hangar en el aeropuerto de Paitilla en Panamá, jamás pensé vivir una de las experiencias más angustiantes de mi vida como periodista…
Apenas sobrevolamos el canal de Panamá, dos aviones caza bombarderos de la armada americana acantonadas en las bases en la rivera de la vía interoceánica, se posicionaron durante gran parte del trayecto a los dos costados de la nave del General Noriega, nos “ambientaron” el vuelo…
Nunca olvidaré la escasa sonrisa del dictador debajo de su quepis oliva y sin ninguna expresión parecida al asombro, y estoy seguro que él tampoco olvidaría nunca mi cara de angustia.
Le habían ofrecido el exilio, el asilo político, la renuncia irrevocable, una negociación “amigable”, Los Busch que lo habían tenido como empleado asalariado millonariamente por la Cía., ahora amenazaban de frente su poder y su integridad personal.
¿Nos van a disparar? le pregunté horrorizado a uno de sus escoltas y saqué raudo una estampita del milagroso de Buga y recé lo que hacía rato no me acordaba…
Noriega no guardó más silencio, y me dijo prenda la grabadora que le voy a declarar algo:
“A un General como yo, no lo derriban…. Más bien los cabrones gringos conspiran para tumbarlo… Así que tranquilito colombianito que a David la capital de la provincia de Chiriquí llegamos con las mismas botas israelíes que hoy calzamos” Y todos soltaron una carcajada que ha sido el mejor tranquilizante de toda mi vida…
Apenas comenzaba el camino del golpe final, la invasión de Panamá…
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El periodista se la juega todo por sus crónicas y nosotros los lectores olvidamos esos detalles y a veces los mal interpretamos. Adelante mi amigo y periodista preferido.
Se refleja la valentía de un hombre por informar con honestidad.