En Risaralda, como lo que sucede en muchos análisis, no se observa el electorado en detenimiento, o si es la juventud, se mira con desdén, pero en los mandatos claros ciudadanos en Gobernación y los tres principales municipios, tuvo la voz cantante. Una muestra de patriotismo.
Soy bogotano, amo a Bogotá, me siento orgulloso de la cultura y si siento que a pesar de todo es el epicentro de cultura universal y desarrollo para el país. Me considero centralista de doctrina modo Antonio Nariño, José María Melo, Julio Arboleda o Miguel Antonio Caro. Pero eso, no me impide ver, que los bogotanos tenemos un defecto de solo mirarnos el ombligo en los análisis electorales. Y creemos que el voto de opinión, solo es válido para las grandes ciudades, como a lo largo de los años ha expresado en tono muy “chirriado” y clasista la senadora Claudia López.
En asuntos de La Perla y el Eje, cuando hablo por igual, con mis amigos y familiares cuyabros y pereiranos, de por qué estudian y trabajan en mi ciudad y no se devuelven a su región, me contestan casi en coro: “¿y para qué?” “Si no hay camello, eso por allá está muy atrasado”, etc. Esa generación entre 22 a 38 años que se encuentra en las principales ciudades, incluso fuera del país, es la base social analítica y capacitada para gobernar y administrar desde las diferentes profesiones el destino y sendero de la región. El sentido macabro de la declaración por parte del santismo de Patrimonio Cultural del Paisaje Cultural Cafetero, pareciera ser que solo haya “paisaje”, sin personas, ni industria ni libertad. La soledad de las cordilleras, como el filme “Colombia Salvaje”, excelente como material educativo, pero peligroso por el subliminal político de sus
financiadores Sindicato Antioqueño (Grupo Éxito), Grupo PRISA (W Radio, que aporta al periodista oficialista Julio Sánchez Cristo) y Estado (Unidad de Parques Nacionales, de quienes hablaremos en otra oportunidad): POR LA PAZ TODO, HASTA DESPEJAR DE HUMANOS Y SOCIEDAD TODO…POR LA PAZ Y LOS QUE VIVAN EN PAZ..
Pero, algo sucedió, la juventud habitante, consciente de su trabajo, desde fuera vista como resignada con su destino, estigmatizada por los grandes medios como floja o permeada desde la niñez por eso que llamaba el ex presidente Uribe “cultura mafiosa”, que muchos, al creer erróneamente que los antivalores hacen parte de la cultura cafetera o antioqueña si se quiere, no se dejó más oprimir por aquellos que desde la toma ilegitima del poder legal de los cargos de libre elección eran beneficiarios de esa estupidez, de esa ignorancia colectiva consentida.
Esos jóvenes trabajadores y estudiantes, que junto a los profesionales y gente de bien que comenzaron el grito en la cordillera y planicies del Quindío desde Génova hasta las calles de la Ciudad Milagro surcando cafetales y nubes hasta los confines de Montenegro y Filandia pasando por Quimbaya. Y el eco llegó a La Perla del Otún, tocando a Santa Rosa de Cabal, Dosquebradas y la Virginia, dejando claro al Sanedrín de Anapoima que a un país no se le puede mentir ni tratar de quitar la dulzura, que junto al Valle y Cauca le damos a la Nación. Ese grito, llevó a las urnas a la población, como en muchos años no se había visto. Y ello trajo sus resultados.
El padre Carlos Eduardo Osorio, influyente sacerdote con trabajo comunitario que participó en la reconstrucción de Armenia después del terremoto de 1999, fue candidato por la unión de tres partidos (AICO, Liberal y Conservador) y un movimiento ciudadano, ya que le fue negado el aval en el Centro Democrático. Su triunfo, demuestra que está primero el trabajo por la comunidad, el reconocimiento, la decencia que legitima la aspiración electoral, que el sectarismo ideológico, como lo demostró en su ejercicio político el Mariscal Gilberto Álzate Avendaño.
Lo mismo sucede con la candidatura del doctor Sigifredo Salazar, quien fue en esta misma secuencia, un despertar que pese al terrible momento donde las chequeras y el unanimismo provocado por la influencia alienante de los medios de
Comunicación, no pudo callar el voto de opinión. El Eje Cafetero está llegando a su renacer, a la mayoría de edad ciudadana. De las cenizas del Viejo Caldas y sus retoños, reviven las juventudes rebeldes que revivirán las estructuras sociales, políticas, culturales y deportivas dispuestas a la transformación y civilización de una región con todo un futuro por delante.
La nación colombiana, sin café no es nada, pero sin una nueva generación que germine la vida del café en sus corazones con alma de café, tampoco.
@armesto1989