EL DEDO EN LA LLAGA / Así sí, Coronel Ricardo Alarcón

CABEZOTE alvaro rodriguezHa existido una largartería mayor entre gobiernos locales y Policía del Risaralda, por disputarse el “honor” de quien le coloca más medallas o distinciones, a la bandera o al mando central.

Muchos gobernantes nuestros han sido complacientes en extremo por la inutilidad de estos servidores. Vegetan, duermen de manera plácida en medio del fragor y del desajuste del orden público. Otros toleraron de manera infame la creciente corrupción.

Primero, se les veía “estirando nuca” en cuanto coctel había. En parrandas non sanctas disfrazados de una diplomacia para la cual no fue hecha la Policía. Otros, emparrandados en lujosas fiestas al ritmo que les tocaran.
Pasaban de Coroneles gordos, malos oficiales, otros que venían en búsqueda de “ascensos” sociales sin más merecimiento que su uniforme de gala hasta  Mayores y Capitanes que han dado grima.

Hasta traviesos uniformes verdes en  cuerpos femeninos que han dado muestra de prestigio. Otros de larga burocracia. Hasta nos estábamos llenando de Generales por la frondosa  lista en espera. Se han creado divisiones policiales sin quien respondan en la vida real por hechos del desorden público. De la convivencia y la seguridad ciudadana.

Nadie exigía nada. Daba lo mismo la muerte en los barrios de la ciudad como si la vida fuese un juguete prestado. A tasas de terror y miedo por los homicidios con armas robadas del propio Batallón San Mateo y de delincuentes con nombre.

Alquilados a bandas criminales, que las niegan. Surtían el aparato criminal. A lesiones personales y atracos callejeros como una ruleta siniestra. A hurtos disparados a personas y residencias, a robo de vehículos y motocicletas. En barrios  del Área, mandaban los delincuentes refundidos en “ollas”. Tenían mitos de inseguridad reales y otros a los cuales no se podía entrar.

De esta oficialista oliva, no todos han prestado un servicio eficiente.

Muchos a la espera que cumplan el año para buscar curso superior o relleno en la escala diplomática o en la vida administrativa de esta prestigiosa  y centenaria institución. Otros iban al destierro por fallas considerables que nunca fueron sancionadas. Era el mayor castigo: envío a zonas de orden público. Rojas.

Por eso hay que respaldar  desde el ciudadano, el esfuerzo del Señor Coronel Alarcón y sus unidades,  por decir el número de uniformados “cortados” de la institución por faltas en el servicio. Por corrupción. Por entregar cuentas  sin el parapeto de una ley superior que va por encima de la propia comunidad. De volver a que el uniformado se reinvente desde la calle o carrera donde presta un servicio más útil si hay ayuda de la gente, para el cabal  ejercicio de los derechos y libertades públicas. El trabajo cercano a la comunidad que precisa en su visión institucional. Este esfuerzo demanda el concurso cierto de los alcaldes. Del ciudadano, insisto.

Esta es la Policía que queremos. La querida por el ciudadano y que ayuda, contribuye al ejercicio de la convivencia. El que no tolera el irrespeto a la institución y la enaltece y la hace como propia.

Una Policía que se gane el respeto y no falsas lealtades para encubrir sus errores. Conocemos de las intenciones decentes por engrandecerla. Por situarla en lugares de prestigio con líneas de acciones claras y metas cumplibles. De una gestión estratégica medible, con resultados e indicadores que no sean burla para la propia institucionalidad.

Así sí, Coronel Alarcón. Esta Policía nuestra debe brillar por los golpes a una culebra viva como es la delincuencia que crece y pareciese no dormir entre los ojos desorbitados de la sociedad que anhela Paz.

La Policía mirada sin sospecha porque sus unidades han triunfado en la lealtad al servicio para lo cual fue creada. Mande no más ¡Señor Coronel Alarcón! Queremos una entidad Respetable y seria de cara al ciudadano y dura contra el delito.

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