OPINIÓN / La República del Coscorrón

ALVARO RODRIGUEZ HERNÁNDEZColombia está inundada de desconfianza y populismo. Los vestigios de la postverdad, no florecen, se dan silvestres. Como maleza regada.

Entramos a jugar al desespero derribando límites y estrujando la verdad con una cruel enfermedad terminal: la corrupción.

En las agendas no  está la educación, la ciencia o la tecnología. Está el verbo robar conjugado en toda su dimensión. Hay departamentos de sobornos en muchas empresas.

Por eso la política mal hecha, dudosa, derribada, estrujada, no deja de ser un lastre para quienes la ejercitan con decoro. Pagan justos por pecadores y la estigmatización hizo carrera. Lo público es una escala para la corrupción privada. Sobre ella se montan y ejercitan la refinada competencia por el lucro.

Pareciese que al Congreso no llegan los más probos. Pareciese que la política no la ejercitaran con respeto quienes desde sus curules son blanco de comentarios – muchos de ellos – bien ganados.

Cae, se degrada, vilipendiada, escamoteada, el ciudadano se aleja y quisiera ver otro encuadre para suplir el Estado fallido.

Nadie sabe quién será hoy el Presidente y si los vientos dan para un dictador o un populista, como lo señala el senador por el partido de la U, Carlos Enrique Soto Jaramillo.

No se mueven corrientes ajenas al malestar. Crece el partido de la desconfianza. Hay una incertidumbre contagiosa. Pegajosa.

La de los malos gobernantes que inundan centros poblados. La de partidos sin ideología que se caen a pedazos. Falsos mesías y líderes vergonzantes parapetados en la tiranía de  sueños que son pesadilla para el ciudadano raso plancho, plano. Con una geometría diversa. Sin simetría posible. Antropomorfo.

Bienvenidos a la República del Coscorrón. Habitantes del planeta, confundidos, entrampados, sacudidos por fuerzas extrañas que pareciesen le restan credibilidad a su propia construcción humana. Códigos electorales sin tabular pero que son guarismos para sumar en esa matemática pura de política hueca, vacía, sin llenar. Que fragmenta y envilece. No puede ser el país del fracaso sin alternativa.

Por: ÁLVARO RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ

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