OPINIÓN / La corrupción en Colombia

FERNANDO PIÑEROS SMITHCon tantos escándalos de corrupción en nuestra Patria, estamos presentando y presenciando una gigante y abominable transfiguración mundial; y, sobre todo, dejando un perverso legado a nuestras nuevas generaciones. Resulta preocupante que se haya perdido la vergüenza y la dignidad en las élites de la nación, más que en otros sectores poblacionales que padecen de amnesia, pues aquellos son el espejo en los que nos miramos todos y, por lo tanto, deberían dar excelso ejemplo.

Al afirmar lo anterior se me viene a la memoria el caso del ex presidente Alfonso López Pumarejo, quien ejerció la Presidencia de la República durante dos periodos: el primero entre 1934 y 1938, en el cual aplicó su premisa de “La revolución en marcha” con grandes transformaciones sociales, económicas y políticas, que aún se recuerdan con gratitud; y que le abrieron las puertas para su segunda presidencia entre 1942 y 1946, que a la postre culminó en 1945.

¿Por qué terminó en 1945 y no en 1946, periodo constitucional para el que fue elegido? Sucedió que la empresa cervecera holandesa HANDEL, para entonces la mayor accionista de Bavaria, entró en quiebra y su hijo, el joven abogado Alfonso López Michelsen, asumió la representación de muchos de los accionistas de dicha empresa, negociando sus acciones, proceso en el cual obtuvo pingües ganancias, que aunque fueron transacciones lícitas ocasionaron un gran escándalo por tratarse del hijo del Presidente de la República en ejercicio, lo que pudo acarrear o se presumió como “tráfico de influencias” para lograr el cometido.

López Pumarejo seguramente recordó la famosa frase de Julio César y la parodió en el sentido de que “el hijo del Presidente no sólo debe ser honrado, sino parecerlo” y con la dignidad que ha de caracterizar a todo buen gobernante y ciudadano renunció a su honroso cargo presidencial.

Poco después, con ocasión del <Bogotazo> por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el ejercicio presidencial con dignidad quedó plasmado en la célebre frase que se atribuye a doña Bertha Hernández de Ospina, esposa del entonces Presidente Mariano Ospina Pérez: “Para la democracia colombiana vale más un presidente muerte que un presidente fugitivo”.

Pero los colombianos, con su perenne amnesia, olvidaron las consecuencias que López Michelsen originó para que su padre dimitiera; militante, como su progenitor, del partido Liberal, en los años 60 creó el MRL, como ala disidente de su partido, que luego unificado y con un fervoroso apoyo popular llegó a la presidencia entre 1974 y 1978, haciendo gala de su “Mandato claro”, copiosa votación obtenida más por miedo a su contendor que por méritos propios.

Y en este periodo presidencial vuelve a presentarse otro escándalo por parte de los hijos del presidente López Michelsen: la adquisición del latifundio “La Libertad” y la construcción de la vía alterna al Llano. Ésta vez y pese a los agitados debates en el Congreso, el Presidente salió incólume y pudo terminar su “Mandato Claro”, que claro, no fue tan claro. Pero en este caso sí resultó perjudicado su delfín, Alfonso López Caballero.

Pero en el lapso de entre los primeros cinco párrafos y los dos últimos de esta columna, ocurrió un gran suceso que ha determinado el afincamiento de la corrupción y el abstencionismo electoral en Colombia: el Frente Nacional, que por acuerdo y en contubernio entre los dos tradicionales partidos políticos, Liberal y Conservador, detentaron -en forma alternativa- el poder estatal durante 16 años: 1958-1962> Alberto Lleras Camargo, Liberal; 1962-1966> Guillermo León Valencia Muñoz, Conservador; 1966-1970> Carlos Lleras Restrepo, Liberal; y 1970-1974> Misael Pastrana Borrero, Conservador.

Un breve paréntesis: vale la pena recordar que el mandato del Presidente Valencia Muñoz nos dejó como legado la milimetría burocrática y el boom pacifista; por éste le declaró la guerra a la que él llamó <República Independiente de Marquetalia>, hecho que dio origen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-, sucesos que, seguramente, ahora querrá revivir su nieta y senadora por el Centro Democrático, Paloma Susana Valencia Laserna.

El Frente Nacional ciertamente aclimató un tanto la paz entre los dos tradicionales partidos políticos, cuyos enfrentamientos en la época de la violencia tantos muertos y desplazamientos humanos causaron. Pero la corrupción se disparó. Cada cuatro años “comía” un partido, y en el cuatrienio siguiente el otro partido. Todos calladitos en mutua complicidad. Eran hematófagos: desangraban sin piedad el erario público. Pero imperó el silencio; nada de delaciones. Todos se comían su tajada de la gran torta calladitos.

El único gran escándalo se produjo por las denuncias del senador samario José Ignacio “Nacho” Vives Echeverría, nada confiable, contra la firma Fadul & Peñalosa, en 1969, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, quien junto con López Pumarejo quizás fueron los más eximios y pulquérrimos presidentes de Colombia. Para entonces Miguel Fadul era el Presidente del IFI (Instituto de Fomento Industrial) y Enrique Peñalosa Camargo, fue el primer Gerente del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria -INCORA-, creado por la ley 135 de 1961; y en aquel momento era Ministro de Agricultura. Este Peñalosa es el padre del actual Alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa Londoño.

Por este escándalo intentó renunciar el Presidente Lleras, pero no lo dejaron por cuanto la mayoría parlamentaria consideró que nada tenía qué ver con dicha situación. Pese a su fluida oratoria, “Nacho” Vives no logró tumbar a Peñalosa, por lo que fue demandado por calumnia, injuria y cohecho, lo que le costó perder su investidura parlamentaria e ir a la cárcel.

También dentro de este periodo se incubó un nefasto proceso de indiferencia cívica frente al acontecer político: el abstencionismo, aupado por la izquierda y abonado por la desidia ciudadana dado que no había contienda partidista. La rivalidad era entre copartidarios. En las votaciones del 19 de abril de 1970 fue cuando la competición presidencial fue más duramente diversa, encarnada por las candidaturas conservadora (Misael Pastrana Borrero) y Anapista (General Gustavo Rojas Pinilla). Esa noche el Presidente tuvo que decretar el “toque de queda” y el estado de sitio para evitar un derramamiento de sangre a lo que contribuyó, como gesto de nobleza, Rojas Pinilla reconociendo la victoria de su contendor. Esta gesta eleccionaria daría vida al Movimiento 19 de abril, M-19, que haría cruenta presencia en el escenario nacional en 1974 hasta 1990.

Otro perjuicio del Frente Nacional fue desdibujar las doctrinas y linderos ideológicos de los partidos políticos, especialmente de los tradicionales. Mientras el conservatismo defendía sus fundamentos en la familia, la tradición, la fe y la propiedad privada; el Liberalismo lo hacía sobre la libre empresa, la propiedad privada con función social, primacía de los derechos humanos y libertad de conciencia.

A este nefasto lastre de corrupción se le agregó el apogeo del narcotráfico que se presentó en las décadas de los 70 y 80, con cuyas acciones terroristas y poder económico quiso someter al Estado pero sí logró hacer metástasis en diferentes sectores sociales y empresariales del País. Pablo Emilio Escobar Gaviria y Carlos Enrique Lehder Rivas pretendieron cerrar el círculo de su poder, incursionando en la política partidista.

Pronto “descubrieron” que el abstencionismo se podía combatir con dinero en efectivo o a través de obras sociales (vivienda, deportes, etc.) comprando conciencias de los ciudadanos para quienes era imperativo cumplir su compromiso de votar por los que se les indicara, temiendo a las represalias del séquito armado de estos capos. Entró, entonces, la moda de compra de votos y de la trashumancia electoral, para “poner” en determinadas regiones fichas claves para sus propósitos.

Los políticos son muy celosos en cuidar sus intereses, esto es, sus curules. Y su supremacía es inmensa y en situaciones de amenazas de su dominio legislativo, se unieron como jamás podríamos imaginarse. Todo el aparato estatal, con su represión legítima, se volcó contra la mafia narcotraficante y la derrotó. Pero heredaron el vicio de las coimas, de la compra de votos y de la trashumancia electoral, entre otros muchos como el burocratismo despiadado y voraz.

Para el colmo de la desgracia, la majestad de la Justicia se perdió entre sus propios anaqueles, lo que ha permitido que la corrupción “crezca como crecen las sombras cuando el sol se oculta”, que se haya arraigado en la sociedad y sea vista como algo normal. Ahora la estupidez es ser honesto. ¡Qué triste realidad!

Por eso no nos inmutamos frente al proceso 8.000; ni frente a la creación y operación de las Convivir; ni frente a los falsos positivos y a las “chuzadas” del desaparecido DAS; ni frente a muchas masacres, entre ellas las de Chengue, Macayepo, Bojayá, indígenas de Awá, Rio Manso, La Rochela, San José de Apartadó, El Aro, La Chinita, etc. Tampoco nos ha preocupado que muchos funcionarios del anterior Gobierno estén presos, fugitivos, exiliados, extraditados o investigados.

Y muchísimo menos ha llamado la atención de la inmensa mayoría de colombianos de que Tomás y Jerónimo, los dos hijos del Senador Uribe, en la época en que fue Presidente, vendiendo artesanías y negociando chatarra (su empresa Residuos Coeficiencia) hayan logrado comprar en Mosquera, Cundinamarca, dos terrenos rurales que por pronto cambio del POT, pasaron a ser urbanos, sin pagar plusvalía, y -más tarde- fueron declarados Zona Franca de Occidente, generándoles una exorbitantes ganancias. Pero el Presidente salió ileso y fortalecido. ¿Quién entiende estas contradicciones?

Ahora estalla el escándalo de la gigante constructora brasilera ODEBRECHT; y no, precisamente, porque nuestra Fiscalía o el sistema judicial hayan anunciado de primera mano ésta enmarañada corrupción. Si no dan la voz de alerta los investigadores estadounidenses, muy seguramente todo estaría en silencio. Ante este “alta voz” se principió a destapar esta marabunta, con nefastos resultados para varios políticos y sus partidos, empresas y personas naturales, cuyas responsabilidades, destino y magnitud de los sobornos apenas comienza a establecerse.

¿Otro elefante que pasa por las salas de las residencias de Zuluaga y Santos? ¿Otra vez con la disculpa de que “todo fue a sus espaldas”? Esta disculpa ya la sabemos de memoria. ¿Tambalean nuestras instituciones, incluidos el Gobierno y el Congreso? Seguramente no, porque todos actúan en contubernio, se tapan con la misma cobija. Ahora se agitan las banderas porque estamos en campaña electoral; luego, ellos, los políticos, saben que rápidamente olvidamos y las agitadas aguas se calman.

En conclusión, combatir la corrupción está en nuestras manos. Seamos solidariamente cívicos y demócratas en las elecciones de 2018. Hagamos un cambio profundo en la elección de Presidente, Senadores y Representantes a la Cámara. Elijamos gente joven y nueva. Abramos la ventana del cambio político que con urgencia necesitamos.

Ojalá se acabe la Vicepresidencia de la República, no va y sea que se nos cuele el doctor Uribe y arrastre a su candidato y sea él el Presidente tras bambalinas; y ojalá la lista para el Senado sea abierta, así el Senador Uribe y el País se darán cuenta quiénes realmente tienen poder electoral en el Centro Democrático.

¡SALVEMOS A COLOMBIA!

Dosquebradas, marzo 10 de 2017.

Correo electrónico: ferpis7@hotmail.com

 

 

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1 thought on “OPINIÓN / La corrupción en Colombia

  1. En Colombia se debe aplicar la pena de muerte a toda persona que se robe los dineros del estado como en china . Porque esta afectando a muchos colombianos y los está llevando a la muerte y a la pobreza absoluta . Como los senadores no van ha realizar leyes porque ellos , sus familias y amigos son los ladrones. Algunos colombianos patriotas deben acabar este mal de raíz y publicar una cuenta bancaria donde los colombianos consignamos para salir de este mal cancer.
    Justicia de un pueblo mamado de la corrupción

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